Sobre aductores montado,
tenso de Aquiles tendón,
quema la suela en asfalto,
terruño, grama y sudor.
Minuto sesenta y cuatro:
¡Ay! –se queja el corazón,
colmando de sangre tibia
las piernas del corredor;
kilómetro diecisiete:
Con esta respiración,
no llega en tres a la meta
aunque trague augusto el dolor.
Los brazos a contrapierna,
en su mente una canción,
la boca muy seca seca,
la piel, vahído color.
El bache busca su planta.
Le espera un golpe a traición.
Estrella contra la grava
el quicio: óyese un estertor.
Dos mil kilómetros llevan,
para esta competición,
sus gemelos cincelados
a grito de entrenador.
Zozobra en la áspera noche,
sus piernas siguen el son;
quieren llegar a la meta
gloriosa, de agua y verdor.