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lunes, 24 de junio de 2013

Despedida entre cipreses de mi abuelo Ángel

Tallado sobre madera por mi abuelo del lugar donde nació, en Castrojeriz ( Burgos)

Ahora que aparta la tierra, rauda
la cigarra buscadora de savia,
te desprendes por raíces profundas
donde su timbal estridente escapa;

cuando la Tierra se inclina ante el Sol
habiendo, pues, su cabeza en el norte,
vítreo, reflejas  sobre la tez
los rayos con que pagar a Caronte.

No, no empuñaste remos sino azadas
que desbrozaron la piel de tu huerto;
quién, sino tú, calmó mejor su sed
y aplacó impertérrito fuertes vientos.

Pero eso está pasado… que hoy circulas
al sostén de cuatro hombros de alquiler
con el fin de tomar la posesión
del postrero agujero que has de ver.

Cómo avanza la vida tan veloz,
y cuánta carga fútil para qué.
Yo quiero portar liviano equipaje
como, en este día, tu mortaja es.

Llevo una pena flotando en el pecho
del nieto que viste crecer complaciente,
al que abrieron decorosas historias
sus ojos vivos e hicieron simiente.

No es aguda esta pena, aun siendo pena,
porque tu vida fue plena y reíste,
bailaste, viajaste y, todavía yo
te recuerdo, ¡ay ayayay!, entre chistes.

Déjame quitarle gravedad a esto.
Seguro estoy de que lo pedirías
mediante una hipérbole rimbombante
de una de tus profusas correrías:

¡Cuánto afiló la navaja tu abuelo,
aquel día de solaz en el campo!
¡Cuán enérgico su brazo, que el corte
segó la hogaza, su cuerpo y el árbol!

Mecánica mente, artísticas manos
pusieron a punto complejas máquinas
y dieron relieve sobre la tabla
a obras de gran porte como La Maja.

Te dejo. Hablarás con los cipreses
de copa de punta y parda madera.
Te dejo afilada la gubia en mano,
así podrás embellecer su médula.