Páginas

domingo, 16 de marzo de 2014

Plegaria a Dios

Perdón, soy un descreído,
carezco de toda fe,
pero aun sabiendo del libre albedrío
al que me hubieras sometido
—suponiendo aquí tu existencia,
y sin que esto sirva de precedencia—,
te pido, Dios te lo pido,
con alevosía y vehemencia,
que otra vida no me des.

De otra vida déjate
porque aquí haciendo unas cuentas,
mira a ver Dios si algún día lo tientas:
Entre abusos y lides,
hambres y demás pródigas reyertas,
no sería descabellado pensar
que mi otro destino de niño al pasar,
en lugar de una pelota en la tierra,
con una cabeza rodante tuviera un traspié;
esa u otra desgracia, vete tú a saber.

Desconozco tu criterio,
creo que no figura en evangelio.
Entre tanta palabrería
tus súbditos se quedaron con la de romería,
o pecado, o adulterio;
mejor hubiera sido la fórmula
para plantar desgracia en barbecho
con una orvalla una sola,
¡ay, quién sacara entonces pecho!

No quiero molestarte más,
perdona la crítica de la Providencia,
que espero, no sea sacrilegio,
(o semejante me suena de cuando la cruz
era todavía compostura del colegio.)
¿Cuánto te debo si no?